Managua, Nicaragua, 8 Noviembre.- Un artículo de opinión en el diario "La Prensa" de Nicaragua desraca que ante un espacio reducido por el bloqueo de China, el reconocimiento diplomático de apenas 22 países (pequeños y poco influyentes por lo general) y la ausencia en la mayoría de las organizaciones internacionales, Taiwán opone su desventaja asimétrica de poder con un arma que, aunque no destruye ciudades, es muy poderosa: su soft power.
La República Popular China (RPC) congeló las relaciones con el gobierno de la presidenta Tsai Ingwen poco después de asumir el 20 de mayo pasado. Tsai no desea adherirse a una fórmula llamada “el consenso de 1992” que sostiene que hay una sola China, pero cada lado tiene su propia interpretación y que fue adoptada por al anterior gobierno nacionalista en la isla.
Mientras Tsai no proclame su aceptación del “consenso” (solo reconoce que fue un “hecho histórico”), los contactos oficiales están “suspendidos”, declaró la Oficina de Asuntos de Taiwán de China, destaca el articulista y especialista en temas de Asia-Pacífico, Alberto Alemán Aguirre.
Todo parece indicar que la confrontación y unas relaciones frías con Pekín caracterizarán la presidencia de la jefa del Partido Democrático Progresista, que los líderes chinos no sienten confianza ni en Tsai ni en su partido, viéndolos como independentistas con una agenda oculta.
China ve a la isla como parte inseparable de su territorio y mantiene como un gran objetivo final su unificación con el continente, parte de una gran misión que llama el “renacimiento de la nación china”.
El gobierno de la RPC ha recurrido a medidas de presión como el bloqueo de invitaciones a citas como la asamblea general de la OACI y de la OMS; o hacer que terceros países deporten a sospechosos taiwaneses de fraude directamente a suelo chino.
Pekín usa con habilidad el turismo masivo como método de premio y castigo, habiendo reducido en más del 30 por ciento los números de visitantes en tours oficiales a destinos en Taiwán.
También recurre al viejo y probado método del “frente unido” —una vieja táctica marxista-leninista—, usando a municipalidades controladas por los nacionalistas (y golpeadas por la caída del turismo) para dividir políticamente y oponerlas al gobierno central.
Ante esta situación, Tsai ha respondido de dos maneras: uno, cultivando una buena relación con Estados Unidos, su principal aliado; ha evitado entrar en conflicto o polémicas con Pekín, ha reafirmado su compromiso con el estatus quo y no emprender actos provocativos; también estrecha lazos no oficiales con Tokio.
Dos, impulsando políticas y leyes que apuntan a fortalecer la calidad del sistema democrático, la gobernabilidad y la transparencia, así como reducir la dependencia comercial y económica del mercado chino.
Cabe mencionar la nueva política de apertura hacia el sureste asiático que busca intensificar los contactos comerciales-económicos, educativos, científicos y humanos y las oportunidades de negocios con las naciones de Asean, Nueva Zelanda y Australia; la reivindicación de las culturas aborígenes hubo unas disculpas de Estado por los sufrimientos históricos de esas etnias; la ampliación del “e-government”. Las universidades incrementan sus intercambios con centros de todo el mundo y toman más estudiantes extranjeros.
El último paso es la reforma que permitirá los matrimonios gay y la plena igualdad jurídica de la comunidad LGTB. Cuando pase —el DPP tiene la mayoría parlamentaria— Taiwán será el primer lugar de Asia donde se legalicen los matrimonios de personas del mismo sexo.Las urbes de Taiwán son seguras y ofrecen una buena calidad de vida. Es un hub de alta tecnología.
Los ciudadanos y el gobierno quieren que más extranjeros puedan conocer cómo se vive aquí. Ante la disparidad del poder militar, económico e influencia diplomática, Taiwán ha emprendido una ofensiva de encanto.
